La historia del Real Madrid corre paralela al siglo XX. Desde el cine mudo hasta la guerra civil; el Madrid republicano, el franquismo, el Opus y la Falange, la llegada de la democracia. Y el futuro.
El País Semanal. 3 de Marzo de 2002. Por Joaquín Estefanía.
Mis padres se conocieron en el Bernabéu hace poco más de medio siglo. Poco después nací yo. Mi relación con el Real Madrid empieza, pues, en el útero materno: es predeportiva, prepolítica, preideológica. Y como tal, asume las contradicciones existentes: los flujos del útero son esencia de vida. Quién no tiene un ser querido al que muchas veces adora y admira, en otras simplemente lo soporta, y en ocasiones se pregunta: ¿cómo puede ser así?, y le duele. No soy un tipo extraño, todo lo contrario: de lo más corriente. Para salir del armario y confesar mi madridismo no he necesitado de valentía especial alguna: pertenezco a esa mayoría silenciosa de ciudadanos que se confiesan del Real Madrid y que creen que “el madridismo no es una religión, pero sí un sentimiento”.
El actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, dice que el 49% de los españoles se declara del Real Madrid y que hay cien millones de seguidores del equipo por todo el mundo. Seguramente exagera, pero poco. En el mes de octubre de 2001, poco después de llegar a la presidencia, Pérez encargó una encuesta sobre “la esencia del Real Madrid”. El sondeo permanece encerrado bajo siete llaves, pero conozco algunas de sus conclusiones. ¿De qué equipo de fútbol de la liga española es usted aficionado o simpatizante? El 29,2% de los 2.000 encuestados contesta que del Real Madrid; el segundo equipo es el Barcelona, con el 18,5%. También hay algunas respuestas cualitativas interesantes. Por ejemplo, la que da un antiguo futbolista sin identificar: “Un jugador podía pensar que jugar aquí, en el Real Madrid, sería magnífico, pero tiene que saber que ya se llenaba el campo antes de que él viniera, mucho antes. Y ha habido un momento en que se ha vaciado el estadio porque la gente no atiende sólo a los resultados deportivos, atiende en este club a los resultados de imagen. Por eso Lorenzo Sanz pierde unas elecciones después de ganar dos Copas de Europa”. Un antiguo rival, también sin identificar, sentencia: “El Real Madrid es un club contra el que hemos crecido muchos”. Y otro jugador explica lo que ocurrió aquel doloroso día en que el Madrid fue derrotado 5-0 por el Milan: “Berlusconi [presidente del Milan] entró en el vestuario, hizo que nos agarrásemos las manos y nos dijo: ‘No os preocupéis, estamos orgullosos de haber ganado al Real Madrid porque es el mejor equipo del mundo; pero vosotros tenéis una fortuna que nosotros no tenemos, y es que, aunque ganemos la Copa de Europa, nunca, nunca seremos como vosotros”. Hay una respuesta más sobre el futuro: “Es cuestión de organizarse empresarialmente porque el club lo necesita, pero a la vez hay que mantener un departamento del corazón”.
Con estos mimbres, y otros que mencionaremos a continuación, se ha construido un mito, la leyenda del Real Madrid, acompañada de una realidad imbatible: ocho Copas de Europa, dos Intercontinentales, 28 campeonatos de Liga y 17 campeonatos de España han dado la base para que la FIFA le haya declarado “el mejor club de fútbol del siglo XX”.
La historia del Madrid coincide con la historia del siglo XX, aunque con sus propios picos de sierra. La primera etapa se extiende desde su nacimiento hasta la llegada de la República Española, a principios de la década de los años treinta. No es cierto que en el Madrid no se reconozcan los orígenes catalanes de sus primeros presidentes. El pasado 8 de febrero, la segunda noticia de la primera página de La Vanguardia decía: “La revelación del centenario: el Madrid nació junto a la Rambla”, y contaba lo siguiente: “Juan Padrós Rubió, primer presidente y fundador del Real Madrid, nació en la barcelonesa calle Bot…, a un paso de la popular Rambla”. Y acaba diciendo el reportaje: “La casa donde nació el primer presidente del Real Madrid sigue en pie, y el centenario blanco debería ser el momento idóneo para que la actual directiva madridista reparase una ignorancia histórica y dejase constancia de que en el corazón de Ciutat Vella vino al mundo Juan Padrós Rubió, el catalán que se convertiría, a los 32 años, en su fundador”.
No he encontrado resistencia alguna en los directivos e historiadores del Madrid consultados en reconocer tal origen. Todo lo contrario. Lo incorporan con naturalidad a la teoría del Madrid como club mestizo, que partiendo del fútbol inglés (el primer entrenador fue el británico Arthur Johnson) fue uno de los primeros que abrió brecha para contratar a jugadores de fuera de la ciudad, organizar giras deportivas y extender su nombre y la cotización de la marca más allá de las fronteras municipales en las que nació. La mayor parte de los libros consultados identifican el origen catalán de los hermanos Padrós (Juan y Carlos), que en los locales de su tienda de modas de la época, llamada Al Capricho, en la confluencia de la calle de Alcalá con Cedaceros, al lado de la madrileñísima Puerta del Sol, dan carácter oficial a la aventura del Madrid. En la trastienda, una especie de rebotica para tertulias, fundan el Madrid Football Club y lo inscriben en el Registro de Asociaciones con “el objeto de fomentar sobre bases progresivas la afición al juego llamado Football Association”. Lo que ocurre es que antes de su inscripción en el registro hay una protohistoria con los antecedentes del Real Madrid, el Sky, y en los libros oficiales del club figura como primer presidente el del Sky, Juan Palacios. Pero todos identifican la etapa inicial del club con los catalanes hermanos Padrós.
El nacimiento del club y del fútbol en Madrid está vinculado a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), fundada por Francisco Giner de los Ríos, que tanta influencia positiva ha tenido en el sistema educativo de nuestro país. Dentro de la concepción krausista, humanista y liberal de la ILE, el deporte tenía su importancia como experiencia pedagógica. Cuenta el historiador Ángel Bahamonde (que próximamente va a publicar una historia comparada del Real Madrid en relación con los acontecimientos del siglo pasado) que Manuel Bartolomé Cossío, profesor de la Institución y sucesor de Giner, presumía de que “yo fui el primero que introduje un balón de origen inglés en Madrid, para jugar al fútbol”. Cossío trajo el balón con el que se jugaba en las cercanías de la Puerta de Hierro y del río Manzanares, a finales del XIX.
No es de extrañar que algunos de los fundadores del Madrid Football Club, o quienes jugaban en el equipo en los primeros tiempos, proviniesen de los ambientes institucionistas. La ILE cumplió en definitiva un papel fundamental en la introducción y difusión del fútbol en Madrid al promover la incorporación de la cultura física y el ejercicio deportivo, y valorándola como elemento indispensable en la formación integral del individuo.
Durante ese primer tercio del siglo, el Madrid, como los otros clubes, tiene que hacerse como institución. Pasar de la afición al arraigo en su ciudad. Al contrario que algunos de sus competidores, en sus orígenes no está la aristocracia, que cree que el fútbol es un juego de plebeyos, sino los comerciantes de clase media, además de los institucionistas y, no se sabe bien por qué, los estudiantes de ingeniería, preferentemente los de minas. Nada más registrarse juega su primer partido oficial contra el que será su máximo rival en estos primeros 100 años, el Barcelona, y pierde 3-1 en Madrid. Hay tres acontecimientos por encima de los demás en esta época. La búsqueda de un campo fijo: del terreno de la calle de O’Donnell (donde se valla el primer rectángulo de juego con la madera aportada por Adrián Piera, el abuelo del presidente de la Cámara de Comercio de Madrid durante tantos años, del mismo nombre, y se instala la primera taquilla) al de Ciudad Lineal y luego al primer Chamartín, para 15.000 espectadores, sobre el que en parte se construirá el actual Santiago Bernabéu. El segundo acontecimiento, poco después de que Alfonso XIII concediese al club el título de Real que se antepuso al nombre de Madrid, fue la llegada del profesionalismo; éste se asienta cuando se crea la Liga de futbol y los equipos empiezan a viajar, a fichar jugadores y entrenadores y a llevar necesariamente una contabilidad en toda regla. Desde ese momento –mitad de los años veinte–, el Real Madrid marca a fuego la imagen de equipo bien gerenciado que forma parte de su idiosincrasia: ser una sociedad, como la definió luego Bernabéu; una estructura bien organizada. El último elemento es el más popular: al iniciar la década de los treinta, el Madrid ya había hecho varios fichajes foráneos (Machimbarrena, Petit…), pero entonces llega el más sonado. En las historias de todas las sociedades se pueden encontrar momentos estelares y decisiones que las marcan de manera decisiva: para el Real Madrid, uno de los principales fue la contratación, por la astronómica cantidad de 150.000 pesetas, del “mejor portero del mundo”, Ricardo Zamora, mítico portero de la selección española y hasta entonces del Español de Barcelona.
Con el fichaje de Zamora se inicia otra etapa en la historia del Madrid, que ya ha logrado enraizar sus señas de identidad. A través de la Puerta del Sol llega alegre y popular la II República, y el club pierde coyunturalmente el título concedido por el rey y vuelve a ser sólo “el Madrid”. Para empezar, en la primera temporada de la década de los treinta, el Madrid gana su primera Liga. Con una peculiaridad: lo hizo imbatido. Los años de la República fueron esplendorosos para el equipo, marcados por una acertada política de fichajes: los Ciriaco, Quincoces, hermanos Regueiro, etcétera, se añaden a los de la cantera y a aquellos foráneos que se instalaban en Madrid para realizar sus estudios universitarios. Madrid y Athletic de Bilbao comparten la hegemonía del fútbol republicano. El fichaje de Zamora crea las condiciones para que, por primera vez en su historia, jugadores de otras plantillas de España y de fuera deseen jugar en el Madrid. Se puede encontrar un paralelismo entre el club y la ciudad a la que representa: Madrid acoge a gente de todo el mundo; emigrantes, artistas, políticos, intelectuales y también futbolistas llegan de todas partes y se integran con facilidad. Frente a las señas de identidad étnicas de otros equipos, sobre todo los vascos, el Madrid amplía su imagen de equipo abierto, mestizo.
La historia de un club son sus jugadores. Pero no solamente ellos. También sus presidentes. Hubo durante la II República, a partir de 1935, un presidente importante para el Madrid, hoy casi olvidado ante la personalidad irresistible de otros posteriores. Fue Rafael Sánchez Guerra. Su actividad pública es muy significativa: ciudadano característico del 14 de Abril, fue subsecretario de la presidencia con don Niceto Alcalá Zamora. Perteneciente al partido de éste y de Miguel Maura, es ayudante del coronel Casado, y cuando, finalizando la guerra civil, Madrid está a punto de caer, se niega a huir, es apresado y encarcelado. Cuando sale del presidio se exilia en París y forma parte del Gobierno republicano de Giral. Morirá en un convento unos años más adelante, en plena dictadura franquista, después de un ataque de misticismo.
Sánchez Guerra, que fue elegido con la opinión en contra de los compromisarios más conservadores, quisó hacer del Madrid un equipo de masas, apoyado en los éxitos de su fútbol. Entre éstos figura la Copa de España de 1934, con una alineación que los niños recitarán de memoria y en la que figuran nombres que están en la historia de oro del Madrid: Quincoces, Hilario, Leoncito, Ciriaco, Samitier (el primer traidor que vendría del Barcelona al Madrid), Zamora, Bonet, Lazcano, Luis Regueiro, Eugenio, Pedro Regueiro. La gana en Barcelona (Montjuïc) contra el Valencia. Mayo de 1934, estación de Atocha: el Madrid llega en tren con la Copa. Miles de personas lo aclaman. El alcalde Pedro Rico lleva la banda municipal, que toca dos veces, entre el éxtasis de la gente, el Himno de Riego. Madrid es la ciudad del 14 de Abril, y el Himno de Riego es su himno. El Madrid es el equipo de fútbol de Madrid. Madrid, capital de la gloria, como la designó Alberti.
Los años de la II República, hasta el estallido de la guerra civil, son los del asentamiento del club como entidad deportiva y empresarial. Sin duda, el Madrid es el club más estable de la época y con más proyección de futuro. Fue el más perjudicado por la sublevación de Franco. En el conflicto estallan en el club, con todo su dramatismo, las mismas luchas fratricidas que están asolando el país. Con miles de personas alrededor del equipo, se multiplican las tensiones entre la vieja élite tradicional y los socios populares: entre nacionales y republicanos. Ya hemos visto que su presidente, leal a la República, es encarcelado cuando cae Madrid. En el mes de agosto de 1936, el Frente Popular se incauta del Madrid. Según se cita en la estupenda historia del Real Madrid publicada por el diario As y dirigida por Bernando de Salazar, el periódico Informaciones informa de la incautación del siguiente modo: “Un club democrático como el Madrid, con un plantel de socios netamente republicanos de izquierdas, no podía temer nada. La Deportiva Obrera, que tiene un gran concepto de los principios deportivos, encontró justos los razonamientos de algunos socios, y juntos concibieron un plan que ha sido puesto en práctica y aprobado sin excepción alguna por todos los sectores deportivos de Madrid. Reunidos socios del Madrid y directivos de la Federación Obrera acordaron designar un comité directivo que sustituya a la actual junta directiva… En un cambio de impresiones que ha tenido el citado comité han decidido respetar el terreno de juego de Chamartín y abrir el próximo lunes todos los servicios del club, de los que sólo podrán beneficiarse los socios que pertenezcan a algún partido del Frente Popular y los jóvenes obreros que presenten un volante especial expedido por la Federación Deportiva Obrera…
Parece que uno de los proyectos más interesantes que tiene el nuevo comité directivo del Madrid es el de organizar un encuentro a beneficio de las familias de los caídos en la lucha contra los facciosos. Como adversario tendría el Madrid una selección de la URSS, equipo que ha logrado en una reciente excursión resultados magníficos de indudable valía”.
En 1939, cuando termina la guerra, el Madrid ha de partir de la nada. Tiene a su presidente, Sánchez Guerra, encarcelado, y a una parte de sus jugadores en el exilio. En sus memorias, tituladas Mis prisiones, cuenta Sánchez Guerra. “Me despedí de Julián Besteiro, pero con más emoción que cuando los separamos en la prisión de Porlier. No sé por qué tenía el presentimiento de que no iba a volver a verlo. Le observé también profundamente conmovido. Se veía en sus rasgos una gran melancolía y hasta tristeza. Jamás olvidaré este último momento”. Se formó un comité de salvación para dirigir el club. Sánchez Guerra no fue el único perseguido de la junta directiva republicana; hubo otros directivos depurados, en este caso por los milicianos: entre ellos, el vicepresidente, Gonzalo Aguirre, que fue detenido primero y asesinado después de sacarle por la noche de la checa de Porlier, o el tesorero, Valero Rivera, al que asesinaron en una checa de Usera.
La plantilla campeona de 1936 estaba diezmada: los hermanos Regueiro y Emilín Alonso se quedaron en México, tras haber jugado con la selección de Euskadi; Zamora, Ciriaco y Eusebio se habían retirado; a Hilario y otros se les dio de baja. El campo de Chamartín, aunque se había salvado de los bombardeos, estaba en un pésimo estado. A pesar de la leyenda negra, nunca fue un campo de concentración. Los vencedores pretenden que el Madrid se convierta en el equipo de la aviación, pero las cauciones son tantas que los nuevos directivos no acceden, y es el Atlético de Madrid el que deviene en Atlético de Aviación. Durante los primeros años de la posguerra se convierte en el equipo hegemónico.
En el cuarto año triunfal de Franco llega a la presidencia del Real Madrid Santiago Bernabéu. Poco antes, el Madrid había recuperado el título de Real y había conseguido el primer gran éxito deportivo de la posguerra, destacable por sonado: un 11-1 al Barcelona en la Copa, la mayor diferencia histórica de goles entre los dos equipos en toda su historia. Comienza una nueva etapa, pero no la primera, como pretenden algunos hagiógrafos del franquismo, que intentan hacer de 1943 una especie de año cero del club, olvidando sus realidades republicanas. Se pasa de un presidente republicano a otro que había pertenecido a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y que había combatido en el ejército de Franco. En el Libro de oro del Real Madrid, 1902-1952, editado por el club en su cincuentenario, se cuentan del siguiente modo estas circunstancias de la posguerra: “Poco después, la guerra civil ensangrienta al país. La vida del club se paraliza. Algunos buenos madridistas guardan el tesoro que representa su documentación y sus reliquias. Mientras tanto, en su campo de juego se celebran partidos de fútbol y festivales gimnásticos casi a diario, organizados por las fuerzas militares. Sin estropear sus instalaciones, en los espacios libres se ve crecer una pequeña huerta… A la finalización de la guerra civil española, en la histórica fecha del 1 de abril de 1939, después de cerca de tres años de un asolador conflicto interno de los que más suelen destrozar la vida de los pueblos, la tarea del resurgir patrio no constituía un problema de fácil solución. No se contaba con la base principal de un equipo, ya que del conjunto conquistador del título nacional en junio de 1936, en el terreno valenciano de Mestalla, sólo figuraban en activo Quincoces, Souto, Bonet y Lecue, mientras los restantes jugadores, o se habían retirado, o parecían desperdigados incluso por lejanas tierras, sin posibilidad por el momento de retorno”.
En el número 1 de la calle de Jericó, en el madrileño barrio del Niño Jesús, el Ayuntamiento ha puesto una placa que dice: “En esta casa vivió hasta su fallecimiento en 1978 Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid”. Treinta y cinco años de presidente dan para una larga etapa, sin duda la más central del club. Nacido en Almansa en 1895, a sus años como presidente hay que añadir otros tres lustros por delante en los que fue jugador, capitán, entrenador, delegado y directivo del Real Madrid. Bernabéu, “tan conciso, tan tenaz, tan meditabundo, es para el Real Madrid como para España fue Felipe II: su mejor rey”, dice el libro de oro del club. Era un hombre de la CEDA y se opuso en su momento a Sánchez Guerra. Cuenta Bahamonde una historia muy gráfica del personaje. Febrero de 1936, mitin de la CEDA en el Monumental de Madrid: baja Bernabéu de un coche y se le cae un pistolón; un guardia de asalto se lo devuelve. En el Madrid republicano de los primeros meses de la guerra es buscado por su pertenencia al partido de Gil-Robles. Cuando consigue escaparse se enrola en el ejército de Franco, donde llega a cabo. Participó en el frente de Aragón y se le concedió, junto al resto de sus compañeros, la medalla de campaña por los méritos contraídos en la misma.
Aparte de ese perfil de hombre de derechas, paternalista con sus trabajadores, enemigo frontal de los nacionalismos –y, por tanto, como se dice hoy, políticamente correcto para la época–, Bernabéu es un personaje clave en la historia del Real: el que hizo del mismo el primer club de fútbol de España por sus títulos deportivos, y una institución por su influencia. Modesto y honesto, Bernabéu consolida una cultura madridista que se transmite de padres a hijos. Obsesionado por conseguir un estadio digno de un equipo campeón, lo logró con creces en Chamartín. Recoge ideas de todas partes, tiene visión de futuro, pasa como puede (sin títulos, ni de Liga ni de Copa, pese a la leyenda negra) los tristes años de la posguerra, devuelve al Madrid donde estaba en la época republicana y lo alza a lo más alto en Europa y en el mundo. En los años del franquismo, España no era una referencia en nada; en el fútbol, sí, a través del Real Madrid. Por ello, esa identificación sobrevenida entre el club y el régimen. Sabe rodearse de gente interesante según la época; personas muy preparadas, influyentes y representativas. Los cuatro hombres básicos de las directivas de Bernabéu fueron, además de él mismo, Raimundo Saporta, Agustín Domínguez y Antonio Calderón. Bernabéu delegará mucho en los otros tres.
Primero (1947) consigue el actual terreno de juego en Chamartín, que más adelante, en 1955, tomará el nombre de estadio Santiago Bernabéu. Un poco más tarde trata de fichar a Kubala, pero se le adelanta el Barcelona. En 1953 trae al equipo a Alfredo Di Stéfano, después de una pugna con el Barcelona, episodio que forma parte de la amplia saga de tensiones entre ambos clubes: el Barcelona niega legitimidad de origen a la llegada de Di Stéfano al Madrid y dice que sin intervención política (el Gobierno no consentiría que Di Stéfano y Kubala jueguen en el mismo equipo) no se hubiera alejado de la Ciudad Condal; el Madrid contraataca afirmando que Di Stéfano no hubiera venido nunca si el Barcelona no lo hubiese ninguneado.
El tándem Bernabéu-Di Stéfano es el eje seminal de un siglo de historia y de leyenda. A partir de la entrada del argentino en el Bernabéu llega la época dorada del Real Madrid, que ningún aficionado al fútbol bienintencionado puede olvidar: cinco Copas de Europa consecutivas y luego una más; una Copa Intercontinental, innumerables Ligas, el fichaje de otros jugadores memorables, etcétera. La delantera Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento es sinónimo de invencible, y es recitada por los madridistas de carrerilla.
El éxito del Real Madrid genera sus propios antídotos. Y surge la leyenda negra del Madrid como equipo del régimen. Naturalmente, hay una parte de realidad –no más que el resto de los principales equipos de fútbol de la época– y otra parte sobreimpresa. La imagen de Franco en el palco del Bernabéu en las finales de la Copa del Generalísimo (las jugase o no el Madrid) y en las demostraciones sindicales del Primero de Mayo multiplican las diapositivas de la película de equipo del régimen. Pero en esas ocasiones, el Real no era más que el anfitrión del mejor estadio, en la capital de España.
El Real Madrid presume de ser un club con buenas relaciones con el poder. Con todo tipo de poder. También fue señalado como uno de los equipos de la República. Cuenta Julián García Candau, en su libro Madrid-Barça: historia de un desamor, que Raimundo Saporta conversó frecuentemente con Franco. A la pregunta de si fue el Madrid el equipo del régimen, contesta in consiglieri de Bernabéu: “Fue el equipo de la institución. Siempre ha sido del que manda. Primero fue monárquico con Alfonso XIII, republicano y después franquista. Al Madrid lo apoyó el régimen, pero supongo que en compensación a la labor del club en el extranjero, en donde alcanzó un reconocimiento que el país no tenía en otros aspectos”. Cuco Cerecedo, en su Sociología insolente del fútbol español, escribe irónico: “El Real Madrid ha sido la institución no oficial que más se ha identificado y más brillantes servicios ha prestado al régimen. Tal cosa, ni sus más encarnizados enemigos podrían discutirlo. A la vista de todos se encuentran las innumerables recompensas, condecoraciones y felicitaciones oficiales con que el club merengue ha sido distinguido a lo largo de su preclaro historial. Sin lugar a dudas, los tres acontecimientos decisivos del periodo que va de 1950 a 1960 fueron la firma del Concordato con el Vaticano, el pacto con EE UU y las cinco Copas de Europa. Se puede afirmar que Pío XII, Eisenhower y Bernabéu llevaron a España a ser un miembro de pleno derecho de la comunidad internacional”.
A pesar de esta visión lineal de las afinidades entre el franquismo y el Real Madrid, que los madridistas atribuyen al rencor y al victimismo por un currículo deportivo imbatible, las cosas no fueron tan sencillas. Las relaciones de Bernabéu con el régimen franquista también tuvieron sus aristas. El régimen se benefició del Madrid más que el Madrid del régimen. El presidente del Madrid sufrió varios encontronazos con algunos jerifaltes del franquismo al reivindicar su autonomía: en el club mandaba él. El más conocido quizá fue el que le enfrentó al temible fundador de la Legión, Millán Astray, al que cerró el palco del Bernabéu. Millán le retó a duelo, y sólo la intervención de Muñoz Grandes cerró el caso. En la última parte de su vida, don Santiago no ahorró críticas a los políticos que no le concedieron la recalificación del solar del Bernabéu para saldar la deuda del club y construir un nuevo estadio cubierto con capacidad para 120.000 espectadores en Fuencarral, cuando unos años antes habían hecho lo contrario, con el viejo campo de Les Corts, al Barcelona.
La muerte de Santiago Bernabéu y la marcha de Alfredo Di Stéfano marcan otro punto y aparte, con varias características notables: la nostalgia por el papel central representado en Europa (32 años tardaría el Real en conquistar la séptima Copa de Europa, que vino casi seguida de la octava), y la necesidad imperiosa de adaptarse a unos tiempos de modernidad en los que el negocio, la parte menos romántica del deporte, se impone sobre las consideraciones sentimentales y a veces sobre las meramente deportivas. Luis de Carlos, tesorero de Bernabéu, le sustituyó en la presidencia del club. Algunos testigos de las tripas de esa sucesión apuntan la posibilidad de que el Opus Dei intentara el asalto a la sociedad a través de Gregorio Paunero y el Banco Popular, que era la entidad financiera con la que trabajaba el Madrid, pero no cuentan con una secuencia lógica suficientemente demostrativa del acontecimiento, que, por otra parte, no llegó a producirse.
A De Carlos le sustituyó Ramón Mendoza, lo que generó tensiones con los estamentos más conservadores del club. Sus vinculaciones comerciales con la Unión Soviética y la acusación de ser el hombre de Moscú e incluso de estar vinculado al KGB eran demasiado para quienes todavía el día anterior habían convivido con militares, falangistas, funcionarios grises del franquismo y con los tecnócratas del Opus Dei, algunos de los cuales, como Gregorio López Bravo, eran visitantes habituales del palco del Bernabéu. Mendoza es la protohistoria de la modernidad que en este comienzo del siglo XXI vive el Madrid, y su nombre quedará vinculado al cariño de los aficionados por otra sensacional racha de resultados, como las cinco Ligas consecutivas conquistadas por una extraordinaria generación de futbolistas, liderada por la quinta del Buitre (Emilio Butragueño, Michel, Martín Vázquez, Sanchis y Pardeza), que emerge de la cantera del Madrid y se apoya en otros como Gordillo o el gran Hugo Sánchez, que hicieron época.
Lorenzo Sanz sustituye al dimitido Ramón Mendoza. Sanz pertenecía a la junta directiva de Mendoza y las relaciones entre ambos se agriaron mucho. Cuando le preguntaban, Mendoza contestaba despectivamente: “No te fíes nunca del mayordomo”.
El mandato de Sanz es muy paradójico. Perteneciente en su juventud a las filas de Defensa Universitaria, una formación de extrema derecha que aporreaba a estudiantes progresistas en la universidad, Sanz devolvió al madridismo a la primera división europea: dos Copas de Europa, obtenidas contra el Juventus y el Valencia, en Amsterdam y París, respectivamente. El multitudinario recibimiento de la ciudad de Madrid a los campeones en las dos ocasiones rozó el delirio, y confirmó una costumbre bastante contemporánea en la historia del Real: la vinculación de los éxitos del equipo a la estatua de Cibeles, escultura de Ventura Rodríguez.
A pesar del renacer europeo del Real Madrid, el mayor deseo de sus socios, Sanz fue derrotado contra todo pronóstico en las elecciones presidenciales que convocó apenas dos meses después de vencer por 3-0 al Valencia en París. ¿Incomprensible? Florentino Pérez cree que Sanz perdió por olvidarse de las esencias del madridismo, que no son sólo resultados, sino buen juego y tradición. “Los socios del Madrid”, dice Pérez, “sienten tanto el patrimonio deportivo como esas virtudes que han conformado la cultura del Real Madrid: espíritu de lucha, señorío, liderazgo, solidaridad, respeto al adversario, etcétera. Por eso, el Real Madrid no puede ser sociedad anónima. Los socios del club queremos ser propietarios del mismo, en sus virtudes y su cultura, no sólo en los números”.
Florentino Pérez, con el que el Real ya ha ganado su primera Liga, parece seguir miméticamente la senda de Bernabéu, adaptada a los nuevos tiempos. Conoce lo mejor de la historia del club y sus intangibles. Saneamiento económico del club, para lo cual ha vendido la ciudad deportiva de la Castellana a cambio de una más moderna; fichaje de fenómenos como Figo o Zidane, entre los mejores del mundo; protagonismo a los jugadores emblemáticos del madridismo como Raúl; cuidado de la cantera, que está siendo mimada y potenciada, y buenas relaciones con el poder: ha abierto el palco del Bernabéu a todo el mundo, a políticos del partido del Gobierno y de la oposición, incluida Izquierda Unida; a empresarios, banqueros, sindicalistas, medios de comunicación, los socios más antiguos, intelectuales y artistas, etcétera. Intenta hacer del Real Madrid “un lugar de encuentro de gente de todo tipo de ideologías con un elemento común: el madridismo y su cultura”.
El riesgo que tiene por delante, dicen sus críticos, es el exceso. Y por supuesto, que los resultados no acompañen este ambiente grandioso que impregna la celebración del primer centenario. Esos críticos detectan el crecimiento de un cierto antimadridismo militante, que se hace público en los campos de los contrarios, como rechazo a lo que parece un poder omnímodo del Madrid. Y en segundo lugar, el sorprendente florecer de “decenas de madridistas de nuevo cuño del Partido Popular” en el palco del Bernabéu, que deviene en algo así como la bodeguilla de la derecha española. La presencia de Florentino Pérez en el reciente congreso del PP corrobora este tipo de críticas. Pese a ello, Pérez tuvo el arrojo de nombrar director deportivo a Jorge Valdano, un hombre de izquierdas que no ha despertado precisamente simpatías en La Moncloa.
Excesivo o no –todavía es pronto para saberlo–, el centenario ha servido para que vuelvan a las retinas y renazcan en las memorias mitos como los de Alonso, Amancio, Breitner, Butragueño, Ciriaco, Di Stéfano, Figo, Gento, Gordillo, Hugo Sánchez, Hierro, Ipiña, Juanito Maravillas (a quien ahora se recuerda en el Bernabéu en el minuto siete –su número en la elástica– de cada partido), Laudrup, Mijatovic, Molowny, Muñoz, Michel, Netzer, Puskas, Quincoces, Raúl, Redondo, Santamaría, Sanchis (padre e hijo), Santillana, Stielike, Velázquez, Zamora, Zidane y tantos otros a los que, por muchas contradicciones que existan, nunca olvidaremos. Porque nos han hecho felices muchas veces.
En las últimas imágenes del capítulo dedicado a Puskas de la sensacional serie televisiva El partido del siglo, producida por Elías Querejeta, el histórico jugador húngaro del Madrid, que padece un terrible alzheimer, dice mirando al infinito mientras se le saltan las lágrimas: “El fútbol me gusta quizá más que la vida”. Pues eso.
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